Las vivas by Juana Cortés

Las vivas by Juana Cortés

autor:Juana Cortés [Cortés, Juana]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 2024-04-03T00:00:00+00:00


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APOLONIA Y EL VIENTO SUR

El viento loco, sí, así lo llamaban también. Un viento al que le gustaba hacer de las suyas, travieso e indomable. Y cuidado con los tejados, con las macetas de los balcones, con la ropa tendida. Cuidado con los árboles, que el viento sacudía y amputaba. Cuidado con los animales, que también bailaban al son del viento.

Los días de viento sur eran los peores, porque ese viento de las brujas arrastraba también los recuerdos. Por los agujeros de la nariz, o por los oídos, hasta por los ojos le entraba a Apolonia ese viento y, una vez dentro, era como si un remolino de hojas diera vueltas en el claro de un bosque.

Esos días, ella, que vivía recluida, salía a caminar y se asomaba al mar, una piedra gris, dura y compacta que se confundía con el cielo en el horizonte. Bajo el griterío de las gaviotas, ella se soltaba el pelo, la larga trenza que enroscaba para hacer un moño, y se dejaba peinar por el viento.

Le daban ganas de quitarse también el vestido, que le apretaba, que la ahogaba, pero no se atrevía. Por eso, simplemente, se levantaba un poco la falda para que el aire le acariciara las piernas.

Entonces pensaba en su vida, en cómo sus planes se habían ido al garete, igual que barcos que chocaran inesperadamente contra arrecifes ocultos. Su matrimonio con Simón Mendiola era el ejemplo más claro. Un hombre respetado, rico, un hombre serio y trabajador. Un hombre al que amar, pero que nunca supo o quiso amarla. Apolonia disimulaba y mantenía las formas, pero se consumía ante su frialdad. Se preguntaba si las cosas eran siempre así, si ese desapego y esa distancia eran la forma habitual de comportarse. Quizás, se decía, el amor del hombre era distinto, líquido, hecho de agua, mientras que el de ella era puro fuego. Un fuego que había que controlar porque ¿qué era sino debilidad ese deseo de cobijarse en sus brazos, de apoyar la cabeza en su pecho y escuchar el latido de su corazón?

Luego, tras la muerte de Simón en un accidente de automóvil, descubrió la mentira. Junto a su marido, en el Peugeot Type 105 viajaba una mujer que falleció unos días después en el hospital al que fue trasladada. A Apolonia el mundo se le cayó a pedazos. Se sintió como el castillo de arena que el mar va engullendo hasta acabar con su resistencia. Y llegaron las preguntas, se revisaba a sí misma con ojo crítico mientras se tragaba las lágrimas. Se echaba la culpa, con el orgullo por los suelos, incapaz de enfrentarse a lo que la rodeaba. Quería olvidar a aquel que la había engañado. Maldecía el amor que aún le quedaba dentro, esos rescoldos que no se apagaban nunca. Debía reconducirlo, como la parra que se ata a los barrotes del balcón para adornarlo en el verano. Arrancarse el amor equivocado y quedarse vacía, hueca. No quería marido, ni hombre cerca, no volvería a cometer el mismo error.



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